viernes, 23 de agosto de 2013

El próximo viaje


Desde hace tiempo, el insomnio y yo somos amigos inseparables.
Las horas pasan y frente a mi, o sobre mi mejor dicho, se extiende un paisaje desolador, el techo de mi dormitorio.

Ser gorda no es fácil.

Vivimos en un mundo en el que todo está hecho para delgados… la ropa, los asientos del autobús, los cinturones de seguridad de los aviones, las portadas de las revistas  y un sin fin de cosas que tampoco voy a enumerar porque he decidido guardar algo de dignidad para el día de hoy.

Estas reflexiones no hacen otra cosa que alimentar mis ganas de cambiar, avivar las llamas de esa locomotora donde se gestan mis propósitos incumplidos.

Salir de la cama es el siguiente paso hacia el camino de los días productivos.
Un escalofrío recorre todo mi cuerpo al posar los pies en el gélido suelo, una sensación de desolación se traslada desde mi dedo pequeño del pie izquierdo hasta las terminaciones nerviosas de mi nuca, la señal de que ha llegado el momento.

Me dirijo a la cocina jugando a no pisar las líneas de luz que entran por las persianas que aún descansan.

Primero un armario, y tras ese… otro.
Los cajones, las estanterías… no ha quedado nada, ni una sola tentación.

He decidido que en el próximo viaje el cinturón de seguridad del avión no me dejará sin respiración, también he decidido que este propósito ha de durar al menos un par de semanas…


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