Todo empezó cuando en una tarde
de piscina en soledad, leyendo un artículo de una conocida revista se topó con
la siguiente frase: “Prefiero tomarme vasos del mejor jugo concentrado y no una
jarra de naranja aguada que ni siquiera me apetece beberme entera”.
El artículo
lo firmaba un tal El Bueno, eran las 16 horas de un 29 de Julio, y cuando faltaban
solo unas horas para cumplir sus 29 años, alzó la mirada como quien parece que
busca a alguien en la piscina; y fue consciente de lo más duro, de la de tiempo
que llevaba bebiendo vasos de naranja aguada que ni siquiera le apetecía
beberlos.
Mantuvo la mirada un rato,
pensativa, sin tener presencia del maravilloso cielo azul que se
extendía sobre esa piscina, del agua clara y de las risas de los niños ajenos a
todo lo que les iba a dibujar en un futuro la vida, que sin darse cuenta
pasaría rápido frente a ellos.
Y entonces tuvo otra toma de
conciencia, ¿cuándo la vida le empezó a dibujar cuadros de los que ella no quería
ser protagonista? ¿Hace cuánto no se reía con ganas, con las risotadas
envidiables de la niña que nunca fue?
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